Cuando llegaba siempre estaba tumbada y gimiendo junto a la puerta, esa era la frontera que debía cruzar para adentrarse en ese mundo que tanto temía. Todos los días se acercaba lentamente e intentaba cruzarla, cuando estaba a punto de conseguirlo estallaba en llanto y se dejaba caer, se convertía en un adorno más de la casa hasta mi llegada. Cambiábamos de puerta cada dos meses, me gritaba despiadadamente cuando le ponía objeciones a esa extravagancia agorafóbica, estaba convencida de que en la puerta estaba el problema. Tuvimos todo tipo de marcos, las formas cada día eran más raras, ella se encargaba de diseñarlos. Un día la encontré en la calle, y sorprendido le pregunté cómo se encontraba, me sonrió mientras señalaba a los vecinos agolpados en torno a nuestra casa, al acercarnos todos se alegraron al vernos, nos preguntaban cómo se había producido la explosión. Ella me susurró que había conseguido diseñar la puerta perfecta.
(2003)
No hay comentarios:
Publicar un comentario